abrazándote fuerte otra vez.
Soy yo quien te hace reír, creer y seguir soñando a lo
grande.
Por al menos un solo minuto,
hoy he venido para hacerte feliz
y borrar la tristeza y desconcierto que te invaden.
Pero hay un derecho mínimo e indispensable que es tuyo
y que además es universal e innegociable:
Mereces vivir en paz.
Tienes derecho innato a pensar libremente,
a luchar por la igualdad entre los hombres,
a estar seguro donde quiera que estés,
y sobre todo, tienes derecho a ser lo que tú quieras.
Mereces una mejor opción.
Puedes tomar tus cosas y lanzarte a la aventura.
Mi suelo sí puede sostenerte.
Cuando quieras, ya lo sabes,
bienvenido a la libertad.
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