23 de octubre de 2007

Manos vacias

MANOS VACÍAS

Ella estaba cansada de esperar.
Mientras lo recordaba, allá lejano y un poco inalcanzable,
una mano se extendió invitándola a platicar.
Él la llamó princesa y le preguntó su nombre…
la abrazó, la hizo sentir segura…
Empezaron a bailar, y el mundo dejó de existir.
Él le susurraba al oído, le acercaba su boca,
y no permitía que sus cuerpos se separaran.
Ella intentaba esquivarlo, desviaba la mirada,
porque sabía que todo era una confusión…
Él la miró a los ojos, juntaron narices,
y la joven decidió que lo mejor era mirar el piso…
Él intentó besarla, ella dio vuelta la cara.
Pero no se dio por vencido, le declaró su amor…
confesó que lo estaba volviendo loco
y le comió la boca, la dejó muda y sin posibilidad de escapar.
La atrapó entre sus brazos y la sujetó fuerte…
Ella no tuvo tiempo para pensar…
sólo cerró los ojos y se dejó llevar…
Y empezó a disfrutar del sabor de sus labios,
mientras sus bocas recorrían cada rincón…
Después él le llenó de besos el cuello,
y sus manos deslizaron de su lugar las pocas ropas
ella estaba casi inconsciente, no le hablaba,
sólo lo abrazaba y le demostraba que lo necesitaba
pero no por una noche, sino por una vida…
Ella se había dado cuenta de que ése hombre
la hacía sentir protegida, cuidada, una mujer importante…
a pesar de no ser la persona que tanto esperaba.
Él nunca supo que su princesa
le entregó sus huesos pero no su alma.
Nunca pudo imaginar que en su pensamiento había un tercero,
quien de verdad era imprescindible,
pero tal vez jamás se acercara a hablarle.
Tuvieron minutos en común, y al mismo tiempo nunca se conocieron,
recorrieron sus cuerpos y por momentos ella quiso escapar,
él deseaba atraparla para siempre, ella estaba ajena.
La princesa despertó a la mañana,
cuando un rayo de sol iluminó su cara y sus pocas neuronas,
miró hacia un costado y lo vio… todavía cerca.
Fue entonces cuando pudo reflexionar sobre algunas cosas,
pero inexplicablemente había instantes en blanco en su mente.
No recordaba todo, en su memoria no yacían detalles,
sólo tenía la impresión de haberse equivocado.
Pensó que si hubiera estado un poco más cuerda,
no estaría despertando ahora entre sus brazos.
No podía regresar el tiempo, no podía olvidar,
era imposible borrar de su piel ese perfume casi anestésico.
Sus besos ya estaban sellados en cada recoveco,
sus brazos fuertes rodeándola eran un imagen inolvidable,
mientras ella imaginaba: “Ojalá no fueras tú”.
Miró sus manos, examinó con atención sus palmas,
y descubrió que seguían vacías, sin contenido.
De repente lo que pasó esa noche le parecía algo sin importancia,
fue por eso que decidió vestirse y salir en silencio.
Antes de cerrar la puerta, vio que él seguía inmóvil,
en una de esas soñando con ella,
quizás deseando tenerla otra vez,
pero dio media vuelta y no quiso mirarlo más.
No tenía nada, como de costumbre…
Tampoco se había enamorado de él, aunque no le faltó voluntad.
Y mucho menos tenía ganas de intentar enamorarse,
ella prefería seguir vacía antes que llenar sus días con eternos desconocidos,
con humanos que hicieran lo que hicieran nunca iban a ganarla…
Puede ser que ella no actúe de manera muy racional,
puede ser que se haya transformado en impulsiva y superficial…
Pero no era su culpa, el culpable era un tercero…
que de un día para el otro dejó a la princesa en el medio de un mar sin puerto.

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