9 de agosto de 2015

Margaritas a los cerdos

La guerra de egos tiene triunfador. 
Viva el rey. Viva el hombre con convicciones de papel.
El tirano obtiene la corona y los laureles a cambio de castillos en el aire. Los que no entendieron la historia, son fanáticos de su relato y lo confunden con héroe. El resto observa en silencio, prisioneros del desencanto... con el miedo interior de que quizás el entusiasmo se derrumbe en un instante. Otra vez.
Se ha consagrado la contradicción como filosofía de vida, y el disfrute colectivo de estar sentados al borde de la cornisa, vestidos de gala... esperando una orden de avance en plena batalla perdida. Mientras tanto, la ilusión está puesta en ninguna parte, porque el destino es casi una moneda lanzada al aire que depende del azar.
O no demasiado. El futuro está en la osadía de las personas, en la capacidad natural de resistir aún con los esfuerzos vencidos. Tarde o temprano sale el sol, grandioso y brillante, e ilumina la oscuridad que nos entristece los días. En el transcurso, importa mantener la entereza y renovar la esperanza tan necesaria para no desistir cuando parece que los planes de grandeza se estrellan contra el piso.  
Son épocas de dignidad a la venta, pero vendrá la revancha. 
Los cuentos de hadas también tienen final. 

2 de agosto de 2015

Ruleta rusa

La magia eleva y nos invita a estallar. Entonces tu cuerpo y el mío se convierten en una especie de asociación imperfecta, aceptada por dos dementes que de antemano sabían cómo resulta el asunto cuando el acuerdo es perder. 
Las prendas se alejaron en la locura del comienzo. Hay sonido a besos, a ritmos de respiración que caen vencidos, a movimientos que delatan el ritual de desarmarnos lentamente. Lo siguiente es destruir los complejos, agotar la imaginación y salir juntos a volar. 
En la confusión entre fantasía o realidad, los instintos son la guía. Locos felices y desconcertados juegan a la ruleta rusa, apostando a todo, corriendo el riesgo de girar en círculos y llegar siempre al mismo lugar, fieles hasta con el pensamiento. Ninguna palabra se lleva el protagonismo cuando el aliento no alcanza. Una invasión mutua avanza sin resistencia, inventa argumentos para no terminar y tras de sí sólo queda en pie el pacto más sincero.
Inmensas son las ganas de saltar desnudos al vacío, caer libres, reír, levantar la copa y brindar. El fuego baila, inagotable, entre tus dedos. Nos rodea el deseo imposible de auto-control, y el desafío ya superado de encontrar el punto justo en los dos. Ambos queremos morir, tú en mí, yo en tus brazos. Después habrá mil horas para resurgir.