LOS FINALES
Nunca duelen, si el transcurso fue puro invento. No dan miedo, si en el medio no hubo amor. No se hacen vacío, ni nada parecido a un pozo profundo... si no se supo exactamente qué se estaba haciendo.
Los finales son el eco del fracaso, el balde de agua fría que nos vuelve a la realidad. Son ellos los que aclaran las ideas, los que ponen a cada persona en su lugar, en ese que le corresponde. Nadie puede ser pareja si no está destinado a serlo, y por eso llega el final. A veces no es error humano. Que no haya piel no es culpa nuestra, ni mala suerte. Es culpa del azar, que nos puso frente a frente, pero no mala fortuna. El azar es bueno por donde se lo mire: a nuestro favor, si coincide con el destino... y también si no coincide, pero así aprendemos a seguir buscando...
En la búsqueda, los hombres crecen. Después de un final, el desafío es continuar, levantarse, no bajar los brazos y apostar aún más. Por eso amo los finales... porque llegan sin avisar para decir cuándo ya es tiempo de recomenzar.
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