30 de junio de 2008

Amanecer

AMANECER

Era él. Me quería a mí. Me deseaba. Me amaba y yo también. Los años no nos habían ganado, los mares tampoco. Las lágrimas no importaban, los motivos mucho menos.
No me habló, simplemente se acercó y me rodeó con sus brazos. Quitó mis ropas y yo quité las suyas… sus labios recorrieron mis senos, mi ombligo y otra vez subieron como enamorados perdidos. Sus manos envolvieron mis glúteos, los apretaron con fuerza mientras nuestros cuerpos quedaban enfrentados contra la pared del cuarto. Mis dedos acariciaron su entrepierna y fue en ese momento cuando sentí mis pezones entre sus dientes. Se sostuvo de mis caderas y llevó sus besos cada vez más abajo… y no me dio chances de escapar.
Ese hombre siempre supo que nunca iba a dejar de ser mi dueño. Él sabía que al volver, iba a encontrarme en el mismo lugar en que quedé cuando se fue.
El sol nos iluminó la cara, y esa mañana nos encontró desnudos y abrazados… quizás con el coraje para al fin sí darnos una segunda oportunidad.

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