Fingimos sonrisas. Hablamos sin
que haya temas por abordar en conjunto. Inventamos en público esa cordialidad
que en privado, por doble y expresa voluntad, sabemos que no existe. Fanáticas de lo
políticamente correcto, jugamos a llevarnos bien. Si alguien premiara a los
hipócritas, seríamos seguro finalistas y sin dudas las dos grandes favoritas.
Frente a frente, la guerra está
declarada y las reglas, acordadas por anticipado. Vale dar el alma entera, amar
sin necesitar razones, subestimar riesgos, salir de escena, recalcular
movimientos y volver por la victoria. Vale dar batalla, convertir lo poco probable
en posible y más tarde en inevitable, olvidar quién llegó primero y quién en
cambio fue la última. Last but not least, eso dicen.
Aprendí a ir por todo, o no ir.
Esta vez solo puedo pelear: nadie bajaría los brazos a un paso de la gloria. El
destino cruza los dedos, el azar prefiere no ver y conmovidos los dos, se
abrazan. Comienza la última ronda entre dos aspirantes luchadoras, llenas de
fe, decididas a robar protagonismo y a llevarse los laureles con un triunfo más
evidente que ninguno.
El corazón me dice que esta es
partida ganada. La alianza pour la gallerie se desvanece porque las apariencias
engañan, pero no por demasiado tiempo. Triunfé en buena ley pero quizá nos
volvamos a ver: nada es para siempre, siempre podrás volver.
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